miércoles, 16 de julio de 2008

desde los abedules


La suerte del chofer Lovitch





Cómo la pasajera no alcanzó a bajar su pie del estribo del coche; al salir los caballos como el tronar, ella misma vio a su cuerpo arrastrarse hasta llegar a la leve loma, donde el chofer Lovitch se arodilló y dijo tiernamente: >quedese tranquila, usted no está siquiera herida>
Junto a la cabeza de la mujer, un lago oscuro se formaba entre las ranuras del empedrado. Berendev, el ayudante del farmacéutico, que fumaba luego de haber terminado con el cierre del negocio se acercó al chofer. >No estás de suerte Lovitch, se ha terminado la suerte>
Berendev se refería a la suerte que desde hace algunos años acompañaba al chofer.
>Pero no es razón para quedarse con las manos ociosas> dijo Berendev >llevemos el cuerpo a un costado del camino>
Lovitch dobló su figura y levantó las ruedas de la carreta que aprisionaban el brazo de la atropellada mientras Berendev tiraba de las piernas. Levantaron entre ambos a la muchacha y la arrastraron hasta la arboleda. >Bueno, está casi muerta> dijo Berendev. Vio el farolero el carro de Lovitch y al acercarse extendió su luz que hizo sobresaltar a los dos hombres. >La virgen, Klimovic!, baja ese fuego> exclamó el ayudante.
La oscuridad, ahora atenuada por la salva del farolero, iluminaba el bosque circundante. >Estoy atrapado> dijo Lovitch >dios me ha abandonado>
Berendev tomó la palabra >Amigo Lovitch, esta es la primera vez que veo por aquí a esta muchacha y no la conozco, y no es conocida de nadie que yo conozca, ¿acaso es diferente para usted, señor Klimovic?>
Klimovic tomó entonces la palabra >es para mí la misma circunstancia, nunca la he visto y no sé de nadie que la haya visto nunca>
Berendev apoyó su brazo sobre la espalda de Lovitch <¿Acaso usted sabe quién es o sabe de alguien que la conozca?>
Entonces Lovitch dijo >es la primera vez que la veo>
>Dios no lo ha abandonado Señor Lovitch, le ha puesto una trampa, pero a su vez le ha extendido una salida> reflexionó Berendev.
El problema del chofer Lovitch era que desde hace tiempo había cambiado la fe en un dios por una certeza en la fortuna. Pero esta era la primera vez que encontraba una suerte tan contraria a su carácter.
>¡No!> dijo Lovitch >yo lo he abandonado a él>
Berendev puso sus brazos sobre los hombros de Lovitch y le dijo >Cómo ha de hacer un hombre para abandonar a dios, acaso Señor Lovitch, ¿se siente más cercano a él que el resto de nosotros? ¿Usted ha presenciado alguna vez Señor Klimovic, una voz tan arrogante como la de nuestro vecino?>
>Nadie puede abandonar a dios> habló Klimovic >nunca he escuchado semejante prepotencia>
Lovitch se llevó las manos al rostro y prorrumpió en llantos.
Un anciano perdido que atravesaba el bosque levantó la cabeza al oír la voz de Berendev que lo llamaba. >Vasilievitch, aquí el chofer Lovitch nos ha dicho a mí y al señor Klimovic que ha abandonado a dios, ¿ha escuchado alguna vez semejante cosa?>
Vasilievitch contrajo la nariz y abrió su boca. >Llega hasta mí el aroma de ese narciso>
Berendev dio un suave golpe sobre la espalda de Lovitch.
>lo que debemos hacer es enterrarla>.

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