martes, 24 de agosto de 2010

Cuentos y canciones esquimales

Puse en el google: “Osos polares que cazan los niños esquimales cuyos padres han muerto”. Así empieza un poema de Caro que encontré ayer a la mañana en la pantalla de su computadora. Encuentro entre los resultados un trabajo de Helena Aikin para la Universidad de Castilla La Mancha. Escribe que uno de los rasgos característicos de las sociedades cazadoras-recolectoras de la Europa Paleolítica “es la creencia en la fluidez de conversión del estado humano al animal y viceversa, como se puede apreciar en algunas pinturas rupestres prehistóricas”. También escribe que:
La colección de cuentos y canciones esquimales de Knud Rasmussen, el gran explorador polar, comienza de la siguiente manera:

En tiempos muy remotos
cuando el hombre y los animales convivían pacíficamente en la tierra,
las personas podían transformarse en animales si así lo deseaban,
y los animales podían convertirse en seres humanos
a veces eran personas, y otras veces animales
no había diferencia entre unos y otros
todos hablaban la misma lengua

Leí hace poco un libro que se llama Minik, el esquimal de Nueva York. La ficha de producto de la editorial Circe pone lo siguiente: “En 1897, el explorador Robert Peary recogió a un grupo de esquimales de Groenlandia para ser estudiados en el Museo de Historia Natural de Nueva York. Meses más tarde sólo el pequeño Minik quedaba con vida”.
Su autor es Ken Harper. Cabe aclarar que no puedo encontrar el libro por ninguna parte, me tomé un tiempo recién para buscarlo mientras preparaba una salsa pero no hubo manera, también vale aclarar que, según un trabajo publicado en Mundo Atletismo: el nombre esquimal es de carácter despectivo y significa devoradores de carne cruda, “término con el que de forma poco exacta les bautizaron los pueblos algonquinos”. Los Algonquinos son un pueblo nativo de Canadá.
Tengo que necesariamente volver al niño esquimal: cuando su padre murió, en un hospital de Nueva York, Minik, de apenas nueve años, fue a reclamar para que éste tuviera sepultura según las maneras de su folclore. Los científicos del Museo de Historia Natural de Nueva York hicieron para el niño un rito fúnebre, pero en vez del cuerpo de su padre enterraron el tronco de un árbol. Mucho tiempo pasó hasta que Minik supo de este fraude: Minik descubrió que los restos de su padre estaban en exhibición en la sala del museo dedicada a los esquimales. Sala que, los mismos esquimales traídos por Robert Peary, además, ayudaron a construir.

1 comentario:

Antropólogaenlaluna dijo...

Hola! Después de leer el libro sobre Minik, escribí este post, quizás te interese: http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com/2011/09/minik-un-inuit-en-nueva-york.html
Saludos!