lunes, 13 de junio de 2011

el funeral de betti





Bastante temprano, a eso de las cinco y media de la mañana, me levanté de un salto porque pensé que alguien me había matado, me tranquilicé al mirarme las manos y contabilizar que tenía todos los dedos: cuatro disparos al aire fueron la forma en que nuestra vecina, la vieja, dio fin a la vida de Betti, una de sus palomas que desde hace algunos días no andaba bien.


Tocaron el timbre y me pidieron, que antes de bajar a presentar mis respetos, por favor, me cambiara ese yoguin comido con el que a veces me ven hacer una compra fugaz en la panadería.

Declaraciones con las que me crucé esta mañana por causa del entierro de Betti.

El marido de la vieja, con sombrero de lana y en piyamas, me dijo al oído: "es una hija de puta, las viene torturando a las palomitas, les saca la comida, les electrocuta las plumas, vieja de mierda no sé que hago parado acá".

La vieja mientras repartía el café: "Gracias por venir, gracias, que pena que me da mi betti, como se hizo querer por todos".

Asistimos al entierro en total tres personas, además de los dos viejos: una mujer corpulenta con uno de esos delantales verdes, el heladero al que le importaba un carajo el asunto pero estaba afuera fumando un cigarrillo y yo, que bajé solo, apremiado por la vieja que me pidió que me cambiara el pantalón de mi piyama.



cronenberg

Después de enterrar a Betti, en un hueco que tuve que hacer con las manos en la tierra dura y sucia del cantero que hay frente a nuestro PH, la vieja entonó una canción: "Que dulce pena que ya no estés con nosotros", una canción muy antigua.
A las seis y media de la mañana se terminaron los saludos eternos.

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