Sería raro confirmar ese refrán nada conmovedor que asegura que, la playa chica atrae a gente cansada y la playa grande a adultos en babia con sus hijos: mientras me anotaba el refrán en el dorso de la mano izquierda me hizo sombra una mujer que me señaló una montaña de escombros y me dijo: "hablé por intermedio de una ilusión óptica con un criador de hormigas que vive en el salvador".
“ah, eso me interesa pero estaba mirando la playa, ¡vos la viste a la playa!”
“allá, atrás de los escombros” me dijo la mujer y se fue escaleras abajo por el precipicio hasta la explanada, la vi hablar con el maquinista de una grúa amarilla que, por un momento perdió el control de la garra y después volvió a agarrar la carga en el aire. Volvió la mujer corriendo como punto verde y deslucido, se acercó escaleras arriba, un misterio parecía, como las mujeres que dan la ostia a un costado de los curas. Le grité antes de que se arrimara:
“¡Por la tarde a mi también se me escapó una taza pero cuando intenté volver a agarrarla me quedé con el mate cocido en la mano!”.
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